El ser humano actual parece tan desposeído de la más leve intuición mística (1) que, enfrentado con la idea de eternidad se desentiende de ella con un encogimiento de hombros, o la intenta de explicar con argumentos religiosos, o quizás pregunta: qué tiene eso que ver con la “realidad práctica”.

Y sin embargo afirma el místico: la eternidad no es ni un dogma religioso, ni una opinión filosófica, ni un ideal inalcanzable. Es más bien algo tan simple, tan obvio, tan presente y tan directo que no tenemos más que abrir los ojos y mirar de una manera radicalmente diferente. Pues en realidad la razón de que el «contacto con lo eterno» nos parezca tan sobrecogedor se debe, en parte, a que entendemos mal el verdadero sentido de la palabra «eternidad».

Generalmente imaginamos que la eternidad es un tiempo muy largo,(2) como una sucesión interminable de años cuya cifra se extiende al infinito. Pero el místico no entiende la eternidad de esa manera, pues la eternidad no es la conciencia de un tiempo perpetuo, sino de una conciencia que se da sin tiempo.

(1) R. Panikkar: De la mística. Experiencia plena de la Vida.

(2) Tiempo sagrado, tiempo profano: de Mircea Eliade.